una familia me abre las puertas de su hogar

Una familia me abre las puertas de su hogar

Conocí a Kazuhiko y a su familia a través de Couchsurfing, un portal que te da la oportunidad de hospedarte de manera gratuita con gente local y que me ha dado las mejores experiencias de mi viaje. Abrir las puertas de tu casa a un desconocido y darle tu tiempo ¿suena loco, verdad?, esto es Couchsurfing.

Kazuhiko paso por mí a la estación de tren como habíamos pactado, los dos llegamos a tiempo, nos saludamos, entré a su auto y empezamos a conversar, me contó que me quedaría en la casa de su madre, mientras íbamos en el carro me señaló un punto en medio de un bosque y plantaciones de té, “ahí es donde vive mi mamá” dijo. Hasta ese momento todo lo que había visto de Japón era totalmente distinto, este era el campo, tranquilo, lleno de grandes casas tradicionales y de gente adulta, alejado de el ruido y la rapidez de las grandes ciudades.

Parte de las plantaciones de té en Kobo.

Llegamos a la casa y conocí a Riri, una mujer con una hermosa sonrisa que me recibió afuera de la casa, ella era su esposa, luego la mamá de Kazuhiko, una señora de 83 años, la dueña de la casa donde dormiría. Me saqué los zapatos y me puse unas pantuflas, nos sentamos en una sala. Yo tenía tanta emoción y curiosidad de los siguientes días, era como un sueño. Ese día elegí el peor outfit, traía un jean con un hueco en la rodilla, de esos que mi papá odiaba porque decía que es increíble como los jóvenes podemos comprar ese tipo de prendas y una camiseta con un estampado gigante que decía “Guns and roses”, simplemente me sentí no preparada para la ocasión, mientras la mamá de Kazuhiko me veía como explorando una cara foránea yo me cubría con mi abrigo el hueco del pantalón, ya saben no quería causar una mala impresión explicando a una señora de 83 años japonesa acerca de la “moda western”.

Riri, su suegra y yo afuera de su casa.

Como siempre hago con cada extranjero que conozco les conté varias cosas de Ecuador y de Latinoamérica, les mostré unas fotos y poco a poco nos empezamos a conocer. Me mostraron mi habitación, la última habitación de una casa llena de madera y cristales y tatami unas esteras que en la antigüedad se utilizaban para recubrir en suelo y que hoy en día cada vez son más escasas, mi cuarto tenía paredes de una clase de papel recubierta con madera unos paneles que se cerraban y abrían por los tres lados, y dormiría en un colchón tradicional sobre el suelo como todavía las generaciones más antiguas de los japoneses lo hace. Me sentía como en la casa de Doreamon y Novita.

Llego la hora de la cena y para eso me había vestido mucho más cómoda, con una falda larga y una blusa blanca, me sentía mucho más yo, celebramos la primera luna llena de otoño con una sopa que tenía unas “papas japonesas”. Riri me dijo que a ellos les recuerda a la luna y por eso siempre los japoneses la preparan en cada luna llena. Ayudé en la cocina cortando verduras, sirviendo platos y nos sentamos a la mesa, me dieron la bienvenida oficial en su casa con una deliciosa comida. Para los que no saben, soy un desastre comiendo con palillos, y ahí tenía frente a mi un “pescado cuchillo”, lo llaman así porque es largo y fino, la madre de Kazuhiko comía con una destreza de la que sentía envidia, cuidadosamente y sin ensuciarse las manos iba sacando cada una de las espinas con los palillos, llego mí momento y en tres segundos destrocé el pescado y le reventé el estómago que tenía que ir apartando mientras comía, y ahí estaba yo, a las dos horas de conocernos dando el primer espectáculo. Riri tomó mi plato y me ayudó, en un minuto reparó todo lo que había hecho. Conversamos acerca de mi viaje, acerca de sus vidas, acerca de mí vida, conversamos de todo, fuimos sintiendo como las conversaciones nos iban uniendo.

No hay nada como una buena comida casera.

La razón por la que ellos decidieron entrar a Couchsurfing es para que su madre se entretenga ya que pasa mucho tiempo sola y también para conocer nueva gente, ellos tres son amantes de los viajes y han viajado a muchos países. Por la noche mientras Riri y yo estábamos lavando los platos Kazuhiko me dibujó un mapa con todos los lugares que debía conocer al día siguiente, me enseñó unos libros de fotografía y otros de historia que su padre había comprado, nos despedimos y me fui a dormir. Mientras estaba acostada en el colchón sentía una gratitud infinita con el universo, porque durante estos dos años de viaje me ha permitido ver tanta nobleza de la gente, yo no renuncié a mi trabajo para conocer nuevos lugares, decidí dejarlo todo porque quería experimentar con mis propios ojos la nobleza de este mundo y ¡OH SI!, amo este planeta y cada ser que existe dentro de él. He vivido tanto que podría escribir varios libros, pero todo se resume en la bondad y nobleza de la gente.

Después de ver a la madre de Kazuhiko tocar el «coton» un instrumento tradicional japones .

Al siguiente día, luego de un rico desayuno Kazuhiko me llevo a la estación de tren rumbo a Nara. Durante todo el día seguí el mapa que el me había dibujado y volví a las 4:30 de la tarde para la ceremonia del té que íbamos a hacer todos juntos. Después de bañarme Riri había preparado todo para el ritual, ella me puso uno de sus kimonos, la madre de Kazuhiko me sonreía y veía como el kimono se iba ajustando a mi cuerpo, me sentía tan cómoda, nos sentamos en una de las habitaciones y empezó la ceremonia. Riri se sentó a un extremo con una fogata y una olla nos inclinamos varias veces durante la ceremonia en señal de gratitud, al frente de nosotros había dos dulces para cada uno que teníamos que comerlo antes de tomar el té. Riri ponía el polvo del té verde en un recipiente, agua y con un batidor de bambú mezclaba el polvo y nos iba dando el té a cada uno de nosotros. Al finalizar era mi turno de preparar el té y ponerme en la posición de Riri, puse agua en el recipiente como me explicó, el polvo y batí hasta que salga espuma, cuando ella lo vio aplaudió y sonrió y me dijo muy bien lo lograste, y la ceremonia se terminó. Luego para el recuerdo con el kimonio Kazuhiko me tomó unas fotografías en el jardín de su madre.

Una foto grupal al finalizar la ceremonia del té.

Al día siguiente, mi último día me fui a caminar por las plantaciones de té que quedan cerca de la casa de su madre casi al llegar me perdí y tuve que entrar a la casa de un vecino a pedir ayuda. A los 10 minutos Kazuhiko estuvo allí, agradecimos al vecino por su ayuda y nos fuimos. Alisté mi maleta y al empacar todo encontré una caja de mis galletas favoritas que ellos me habían comprado, es increíble como hace dos días éramos desconocidos y cómo habíamos tejido un lazo de confianza y gratitud.

Antes de irme la madre de Kahuziko me enseñó a tocar el “coton” un instrumento tradicional Japonés. Me despedí de ella con un abrazo y con las pocas palabras de ingles que sabía me dijo “have a nice trip”.

Quiero agradecer a Kazuhiko, Riri (su madre) por permitirme participar de su rutina durante dos días, por hospedarme y darme su tiempo de manera desinteresada y por haberme dado los dos mejores días de mi viaje a Japón, siempre los voy a llevar en mi corazón.

5 comentarios en “Una familia me abre las puertas de su hogar”

  1. Me encantó tu relato y me transmitiste algo tan hermoso que mis ganas de conocer Japón, toda su cultura y tradiciones son aún mayores, quiero hacerlo más adelante, saludos desde 🇺🇾 y muero por seguir leyendo tus artículos!!

  2. Hola, soy Nancy , de Salta , Argentina, me encanto tu aventura, era como estar leyendo una novela!, tenes q seguir contando tus dias de esta manera, la verdad q dan ganas de leerte mas😉

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